martes, 25 de febrero de 2025

Las palabras se las lleva el viento, la vivencia se queda en la memoria


  La brisa se desliza con suavidad, acariciando las cortinas que, como sedosas danzarinas, se agitan al compás de un murmullo ancestral. Cada pliegue en movimiento evoca la calma y la devoción de un instante suspendido en el tiempo, donde la espiritualidad se mezcla con lo cotidiano.

De fondo, el sonido vivaz y cercano de los niños en la escuela se hace presente. Voces y murmullos que, en un irónico contraste, realzan la paz del recinto. Esa amalgama de sonidos—la tranquilidad mística del templo y la energía vibrante de la infancia—crea una sinfonía única, recordándonos que la serenidad también habita en el bullicio cotidiano.
En ese ambiente de sutil dualidad, el alma encuentra refugio, y la brisa se convierte en mensajera de un equilibrio perfecto entre lo sagrado y lo mundano, invitando a una reflexión profunda sobre la armonía que se esconde en cada rincón de la existencia.
Esta es una de las experiencias que puedes percibir si durante tu visita abres el corazón y la mente a sensaciones nuevas.